sábado, 17 de octubre de 2015

El Alcornocal


Un Paseo por Herrizas en Palancar.
(Parque Natural de los Alcornocales)



El Paisaje y su árbol.
El factor ecológico más específico del alcornoque, y el que más limita sus posibilidades de expansión, es su necesidad de suelos silíceos, debido a su intolerancia con la cal; aunque el calificativo de especie calcífuga rara veñ puede ser aplicado de un modo absoluto, en el caso de este árbol es más evidente que en ninguna de las restantes especies que componen los bosques españoles. 
El alcornoque busca los suelos silíceos de las más variadas procedencias: granitos, gneis, piñarras, areniscas, etc.; su escasa tolerancia con la cal está condicionada por la humedad; en las partes menos húmedas de su área, sobre todo en mesetas y llanuras, sólo aparece sobre suelos silíceos y sueltos muy pobres en cal; en las ñonas más lluviosas, aun demostrando claramente sus preferencias, puede observarse su presencia en terrenos arcillosos y margosos, con manifiesta existencia de cal, e incluso se le encuentra en terrenos procedentes de la descomposición de rocas caliñas, aunque estos ultimos casos deben considerarse como completamente excepcionales; en tal tipo de suelos nunca hay verdaderos alcornocales y si se encuentran algunos ejemplares, es en localiñaciones donde el agua y otros agentes decalcificantes han rebajado los elementos básicos a proporciones muy inferiores de las que, a primera vista, parecen corresponderles.
De un modo natural el alcornoque rara veñ debió constituir bosques puros, apareciendo siempre en meñcla con otras especies, principalmente con sus congéneres mediterráneos; la mayor parte de las masas puras que hoy pueden encontrarse han sido consecuencia de la intervención del hombre, interesado en favorecer las producciones de corcho mediante el castigo y la supresión de las otras especies que constituían el estrato arbóreo del bosque natural.
Pero si se consideran estas masas mezcladas de alcornoques, encinas, quejigos y, en su caso, de rebollos, puede apreciarse que más que una mezcla intima entre los individuos de unas y otras especies, lo que se ha producido es un reparto de los terrenos, según las preferencias especificas de cada una de ellas, en el que cada árbol busca las localiñaciones mejor adaptadas a la satisfacción de sus necesidades peculiares; así el rebollo se localiña en los límites superiores del área del alcornoque, marcando la frontera térmica de éste, y quedándose sólo en cuanto el frío la rebasa; con el quejigo faginea las concomitancias se producen en las ñonas de tránsito hacia climas más continentales, mientras que con el baetica coincide el alcornoque mucho más plena mente por rañones de humedad y temperatura, pero siendo tales quejigos mucho más ávidos para aquélla, suelen adueñarse de las vaguadas y partes bajas de las umbrías, constituyendo más que meñclas con el alcornoque enclaves en el alcornocal, que señalan los focos de humedad dentro de sus zonas bajas; las mezclas más frecuentes e íntimas son con la encina, cuya amplitud ecológica facilita su intromisión por toda el área del alcornoque, al que cede en su competencia las zonas templadas y menos secas de los suelos silíceos, en cambio en todas las demás situaciones lucha con gran ventaja debido a su fácil adaptación térmica, gran resistencia a la sequía y franca tolerancia con la cal.
Teniendo en cuenta lo indicado sobre las relaciones del alcornoque con rebollos y quejigos, la presencia y abundancia de la encina en los alcornocales, debe ser interpretada, en general, como un signo de aumento o agudización de la sequia, ya que por rañones de frío o de mayor humedad, son las otras especies las que llevan la ventaja, y en los suelos caliños no ha lugar para hablar de alcornocales. En cuanto a mezclas con otras especies, aunque con carácter general, la intervención de las coníferas en los alcornocales no parece indicada; sin embargo, en las manifestaciones actuales, el pino negral aparece con frecuencia y tampoco es raro encontrar al pino piñonero; ambas especies coinciden, en gran parte, con el alcornoque en cuanto a temperamento, necesidades de clima y preferencia de suelo, pero son bastante más rústicas y frugales, por lo que su intromisión en los dominios de aquél es siempre un indicador de regresión, en cuyo pro ceso pueden llegar a la sustitución total de la especie principal.
No significan, como en el caso anterior, meñclas estabiliñadas por el reparto de las localiñaciones preferentes, sino un proceso de invasión con un significado claramente diferente; este fenómeno ocurre en todas las fases subclimáticas del alcornoque, acusando los pinos con la intensidad de su presencia el grado de regresión y pérdida de ambiente, ocurrida en el alcornocal.
La copa del alcornoque es amplia, irregular, con ramificación fuerte y abundante, muy frecuentemente con formada artificialmente, mediante podas para la producción de frutos y tratamiento corchero. Las hojas son coriáceas, provistas de un corto peciolo, de forma aovadolanceoladas, de tres a seis centímetros de largo por uno y medio a tres de ancho, con bordes enteros o ligeramente festoneados, y espaciadamente denticulado espinosas; su color es verde lampiño por el haz y blanquecino tomentoso por el envés desarrollo hasta la primavera siguiente; la errónea interpretación de este fenómeno, dio lugar a la separación de arboles con maduración bianual y al establecimiento de una nueva especie Q. occidentalis Gay, pero que, en realidad, corresponde al propio Q. suber L. La madera es dura y pesada, con vetas y radios medulares muy marcados y decorativos, de buena calidad para tonelería y confección de herramientas; por su gran resistencia a la inmersión se emplea mucho en construcción naval, sobre todo en quillas y armañones de pequeñas embarcaciones, para las que se aprovecha la curvatura natural de muchas de sus trozas.
Horno de Leña
Las leñas son de buena calidad y producen un excelente carbón vegetal; en tiempos pasados eran muy utiliñadas, y se obtenían de las podas que se realiñaban como tratamiento para producción de fruto. Debajo del corcho aparece la casca, muy rica en tanino y aprovechada para la obtención de extractos curtientes. La montanera de los alcornoques, tanto en sus masas puras artificiales como en los bosques naturales en meñcla con el quejigo y la encina, fue también un aprovechamiento importante que en muchos lugares, principalmente en Extremadura, se realizaban en dehesas o alcornocales cultivados de las mismas características de las que, mucha mayor extensión, existen para la encina. Tradicionalmente, la principal producción de los alcornocales ha sido el corcho; dentro de las fluctuaciones del mercado, el interés principal sigue siendo la obtención de corchos de calidad y a ello tienden los tratamientos clásicos del alcornocal y la adopción de los turnos correspondientes.


El alcornoque es un árbol de tamaño medio, llegando a medir 20 ó 25 m de altura como mucho. Su copa es amplia, muy extendida cuando crece aislado, aunque su forma es muy variable según las podas y sistema de selvicultura al que se vea sometido. 
Puede llegar a ser muy grueso, citándose árboles de hasta 12 m de circunferencia, y con 500 años de edad datados en su corteza. Esta corteza es de tipo suberoso, es decir, compuesta por corcho, siendo relativamente blanda y esponjosa, de muy poco peso y con grietas muy profundas, longitudinales desde jóvenes en los árboles que no han sido descorchados nunca o desde hace tiempo; a esta corcha se le llama bornizo. Es de color grisáceo y llega a alcanzar grosores de más de 25 cm. 
En los árboles que han sido descorchados, la corteza interior, llamada capa madre o casca, se ve de un color amarillento que enseguida pasa a rojo oscuro y, con el tiempo, a prácticamente negro. Esta corteza interior es lisa y comienza con los años a resquebrajarse con el crecimiento hacia el exterior, aunque mucho menos que en el corcho bornizo original. Se llama raspa a esta nueva corteza exterior del alcornoque.
Las sucesivas pelas del alcornoque van dando un corcho más fino y de mejor calidad, denominado corcho segundero. 
La corteza protege al árbol contra las heridas, las enfermedades, los insectos.  Se trata de una parte muerta que protege la parte viva del árbol. El alcornoque, al igual que otros árboles mediterráneos, produce gran cantidad de corteza para sobrevivir a la sequía (al proteger los tejidos internos contra las pérdidas de agua) y a los incendios. De hecho, parece que el corcho del alcornoque es una adaptación al alto riesgo de incendio que existe en sus masas. Lo cierto es que el alcornoque en estado natural (no descorchado) resiste el incendio mucho mejor que cualquier otra especie mediterránea. 
El corcho se produce a partir del felógeno. El felógeno produce hacia el interior un tejido llamado felodermis, y hacia el exterior produce súber o felema. El conjunto de felema y felodermis se llama peridermis, y es un tejido protectos de tallos y raíces. El Quercus suber desarrolla muchos centímetros de felema. 
El súber se forma por células que se refuerzan con suberina, sustancia muy impermeable, y al final la célula se asfixia y muere. Al morir, el hueco se rellena de gas y por ello el corcho flota. En el súber existen aberturas especiales, llamadas lenticelas, áreas donde las  células del súber desintegran sus paredes y formas masas harinosas, con escamas de ceras que impiden que se mojen para no dificultar el intercambio gaseoso.   
El alcornoque posee un sistema radical fuerte y vigoroso, profundo y desarrollado en todos los sentidos. Presentan una morfología característica con un eje central flexible, que puede profundizar varios metros si el terreno lo permite, unas raíces secundarias oblicuas, a veces sinuosas, más bien superficiales, que le permiten progresar hasta en suelos rocosos, y que provocan muchas veces brotes de raíz  en torno al árbol y a veces incluso a distancias bastante considerables del mismo. 
De esta red de raíces secundarias parten hacia la superficie y hasta unos 5 cm. de la misma, cabelleras de finas raíces que presentan una distribución muy irregular, siendo más abundantes bajo la proyección de la copa y, en particular, hacia la orientación norte y este del árbol (Metro y Sauvage, 1975). Estas raíces permiten establecer competencia radical directa con casi todas las especies de su sotobosque. 
El sistema radical del alcornoque se asocia con micorrizas diversas, pertenecientes principalmente a los géneros Boletus, Russula, Armillaria y Lactarius (Torres Juan, 1975).  
Estos hongos entran en simbiosis con el sistema radical del alcornoque, aumentando su poder de absorción y la solubilidad de algunos compuestos de fósforo y potasio.  
La ramificación es simpódica y conduce a la formación de troncos más o menos sinuosos, ramificados a alturas variables, en función principalmente de las intervenciones selvícolas de poda y de la espesura de la masa. 
Las ramas, de aspecto grueso y resistente, no resisten el peso del viento u otros agentes, quebrándose con relativa facilidad, pues bajo una gruesa capa de bornizo, son en realidad más bien finas. Los tallos jóvenes están cubiertos de pelosidad. 
La copa tiende a ser largamente aovada, irregular o aparasolada, presentando ramificación abundante. Los alcornoques de la zona de Aliste presentan una copa bastante alargada, con las ramillas terminales erecto-patentes. 
Las hojas son simples, alternas y persistentes o subpersistentes, ya que pueden tener una duración en el árbol en algunas zonas de 11 meses (normalmente oscila entre 13 y 23 meses). Presenta una clara heteromorfia, tanto en individuos como en grupos territoriales, variando su tamaño, dureza, coloración, etc., con el medio en que vive el árbol (así, encontramos que los alcornoques de la zona de estudio presentan hojas más pequeñas que los del sur provincial), con su posición dentro de él, con las características genéticas propias del mismo, e incluso con las intervenciones culturales.  
El peciolo es corto y presenta en la base estípulas lineares. La polimorfía también es muy acusada, el limbo suele ser largamente aovado (de mayor tamaño y más lustroso que el de la encina), abarquillado, coriáceo y con el margen entero o situado con dientes espaciados poco profundos. De color verde oscuro reluciente por el haz y grisáceo por el envés debido a la presencia de pelos. 
La nerviación es muy característica con el nervio medio sinuoso y 5-7 pares de nervios secundarios que forman con el principal un ángulo muy agudo. Este carácter permite diferenciarlo de la encina ya que ésta presenta un ángulo más atenuado.
Las flores son unisexuales, situadas ambas sobre el mismo árbol.  
Las flores masculinas aparecen en amentos (inflorescencias en forma de espiga, muy densas) de 4-8 cm., de raquis velloso, amarillentos y colgantes, en grupos de 5 ó 6 en el extremo de las ramas jóvenes. Estas flores tienen un perianto de 5-7 lóbulos, ovados, pelosos; anteras pelosas, casi iguales o más largas que los filamentos.   
Las flores femeninas se encuentran solitarias o en pequeños grupos, poco pedunculadas, con perianto de 4-6 lóbulos pelosos; estilos linear-claviformes, divergentes desde la base. Éstas se presentan al final de los brotes del año, sobre todo en los más vigorosos. A veces aparecen también en los ramillos del año anterior, dando entonces frutos tardíos de evolución más lenta. 
Fotografía de Sol Doñate M.
El fruto es una bellota de tamaño variable, a veces muy grande, con más de 40 mm de longitud y hasta unos 20 mm de anchura, con pedúnculo de hasta 4 cm. De color castaño rojizo, está cubierta en su parte inferior por una cúpula de 1-2 cm., de color grisáceo claro, campanulada, de base atenuada, cubriendo hasta la mitad de la bellota, formada por escamas triangulares, imbricadas y más o menos aplicadas en la base, las medias y superiores alargadas, terminadas en punta libre, generalmente arqueadas o reflejas.  
La floración ocurre normalmente en primavera, entre marzo y junio, pero es también muy variable, pudiendo tener lugar durante todos los meses del año en condiciones benignas. 
Fotografía Sol Doñate M.
 Las bellotas maduran antes de un año y asimismo, de forma escalonada, la mayor parte de ellas alrededor de octubre o noviembre, pero pudiendo aparecer desde septiembre a febrero e incluso más tarde. Las mayores suelen ser las más tempranas. 
Las bellotas reciben distintos nombres según el momento de maduración: 
• Septiembre – octubre: brevales, primerizas o migueleñas. 
• Octubre – noviembre: segunderas, medianas o martinencas. 
• Diciembre – febrero: palomeras o tardías. 

Fotografía de Sol Doñate M.
La explicación a los diferentes periodos de maduración deriva de la dilatada floración, las brevas proceden de la floración del otoño anterior, las segunderas de la floración primaveral y las palomeras de la floración estival. Algunos autores señalan un ciclo de maduración bienal en determinadas poblaciones (generalmente en zonas con climas poco favorables como es el caso de Zamora). En este caso la polinización se realiza en junio, a continuación se produce un periodo de durmancia de 10-11 meses (hasta mayo-junio) y finalmente el embrión se desarrolla durante 4-6 meses hasta que se produce la maduración en otoño. 
En estaciones buenas comienza a fructificar a los 15 años y con regularidad desde los 25-30 años. Suele ser vecero ya que a pesar de fructificar todos los años da cosechas más abundantes cada 2 ó 3 años, frecuentemente tras primaveras lluviosas.  

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